Alumno Pun saqueme la lista negra

martes, 19 de enero de 2010

Destape de batas blancas


siempre me ha llamado la atencion esta tendencia al encubrimiento que existe en las sociedades critianas catolicas y que es mucho menor en las sociedades cristianas protestantes. Es la compasion mal dirigida. A compadecerse del victimario y no de la victima cometiendo un terrible acto de injusticia.
Pobrecito el que mato asesino delinquio robo violo. Es dificil muy dificil ser justos lo facil es ser compasivo. HAY muchos sicoPaTaS  entre clerigos pero tambien entre medicos como que muchos de nosotros hemos encubierto y no castigado como se merece a colegas y otros trabajadores de salud  con semejantes comportamientos con pacientes. Ese seria un destape de batas blancas.Yo si creo que el que viola a un nino clerigo o no clerigo deberia pagar con la pena de muerte.

 
El 14 de enero de 2010 10:21, Victor Zamora <victor@victorzamora.com> escribió:
 








El 14 de enero de 2010 10:21, Victor Zamora <victor@victorzamora.com> escribió:
 

Una noticia de hace pocos días muestra un sano desfogue para un patológico actuar. El arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin, pidió públicamente disculpas a los niños que fueron violados sexualmente en su arquidiócesis, y a sus familias, y expresó su "pesar y vergüenza" por el encubrimiento de estos abusos perpetrados por curas católicos. El antecedente es un informe oficial sobre el tema encargado por el gobierno de Irlanda en 2006, una iniciativa que demuestra la independencia y la laicidad del Estado como condiciones para que se traten con transparencia las barbaridades que ocurren en todas las iglesias institucionales bajo el manto cómplice de la confesionalidad mayoritaria de un país. Eso en el mundo ya se está acabando, esa conquista de la modernidad, que debería haber sido de las primeras –como ocurrió en Francia con la revolución- recién se está planteando con firmeza en los países más civilizados del planeta, entre lo que no se cuentan precisamente los musulmanes y los católicos del tercer mundo para abajo, entre los cuales ocupamos un destacado lugar. Pero volviendo al tema, en una rueda de prensa, informe en mano (700 páginas llenas de historias que dan náuseas) el ministro irlandés de Justicia, Dermot Ahern, afirmó que el documento le había provocado "repugnancia y cólera… Ofrezco a todos y cada uno de los supervivientes mis disculpas, mi pesar y mi vergüenza por lo ocurrido". Pero también, consciente de que un asunto de esta gravedad no se resuelve con retórica verbal, Ahern añadió, con dureza y escepticismo: "(soy) consciente de que ninguna palabra de disculpa va a ser nunca suficiente. El hecho de que los autores de los abusos fueran curas constituye al mismo tiempo una ofensa a Dios y una afrenta al sacerdocio". El informe da cuenta no solamente de centenares de casos de abuso sexual a niños por parte de curas entre los años 1975 y 2004 sino de algo mucho más grave aún: el encubrimiento de los hechos y de los culpables por parte de las máximas autoridades eclesiásticas irlandesas, cuatro arzobispos en cargo consecutivo que se callaron en todos los idiomas, que protegieron a los curas delincuentes, que los enviaron a diócesis alejadas de la prensa (donde podían seguir violando niños con mayor impunidad), y todo –según el informe que habla como se debe hablar- "(para) mantener el secreto, evitar el escándalo, proteger la reputación de la Iglesia y conservar sus bienes. Todas las otras consideraciones, incluido el bienestar de los niños y la justicia para las víctimas, estuvieron subordinadas a estas prioridades". Más claro, el agua bendita. Pero continuemos con esta lección de ciudadanía y civilización. El mismo ministro de Justicia comenta en la conferencia de prensa un ángulo especialmente delicado, la complicidad del Estado con la iglesia. El informe precisa, "las autoridades del Estado facilitaron este encubrimiento al no cumplir con sus responsabilidades de asegurar que la ley se aplicara de la misma manera a todos y permitir que las instituciones de la Iglesia estuvieran fuera del alcance de los procesos normales de aplicación de la ley". Como ejemplo se cita uno de los affaire investigados por la comisión que se creara ad hoc, "un cura admitió haber abusado de más de 100 niños, mientras que otro aceptó que había abusado cada 15 días a lo largo de su ministerio, que duró 25 años". La iglesia dejó hacer y el Estado también. Pero dejaron de hacer bastante y desde harto tiempo atrás. En mayo de este año otra investigación conmocionó a la archí católica Irlanda. El juez Sean Ryan, quien había presidido un grupo dedicado a buscar los antecedentes de este tema que nadie sabe muy bien por qué azota con especial crudeza a este país, concluyó tras nueve años de investigaciones que "…miles de niños sufrieron abusos sexuales, físicos y emocionales, a veces 'endémicos', en ese país a partir de los años ´30". La iglesia católica, qué duda cabe, pasa por uno de sus momentos más difíciles, producto de una secularización de la vida indetenible ya pero sobre todo, víctima de su propia incapacidad para ponerse en el nivel de diálogo, empatía y comprensión que los católicos de hoy están buscando. Hay que reconocer, sin embargo, que dentro de la jerarquía eclesiástica las hay de cal y de arena y que la institución todavía pareciera estar lo suficientemente fuerte como para soportar la discrepancia sin acercarse demasiado al cisma. Aunque cabe preguntarse también si es que el tal cisma ya se ha dado sin que tenga que mediar una ruptura oficial con bandos y trincheras, una especie de terremoto silencioso. Es que basta con observar el comportamiento del cura Cipriani en relación al sacerdote Arens, un cultísimo estudioso de la Biblia, progresista, abierto e inteligente, celebrante de unas misas en María Reina que eran verdaderas clases de humanismo y refinamiento intelectual y afecto. Pero a Cipriani le dieron celos, le molestaba que hubiera un jerarca realmente carismático frente al cual, la cara de raspadilla sin jarabe de nuestro cardenal queda reducida a una caricatura del poder medieval. Lo de Irlanda es una prueba muy interesante a la tolerancia de la iglesia católica. Quienes han salido a dar la cara son los más altos representantes de la iglesia y del Estado, pero en cuerdas separadas, como debe ser, aún que sea para denunciar una complicidad que los unió por tanto tiempo. Y acá, los curas que se rasgan la sotana ante la opción del aborto terapéutico, ¿qué dirán de los cientos de niños a los que les mataron buena parte de sus vidas, para siempre?

1Fuente: www.quilmespresente.com


---------- Mensaje reenviado ----------
De: Claudio Mori gonzales <clagui57@gmail.com>
Fecha: 14 de enero de 2010 14:33
Asunto: Re: [SANFERNANDOPERU] Otro Destape de Sotanas - Rafo León
Para: SANFERNANDOPERU <sanfernandoperu@yahoogroups.com>, SaludLoreto <salud_loreto@yahoogroups.com>


siempre me ha llamado la atencion esta tendencia al encubrimiento que existe en las sociedades critianas catolicas y que es mucho menor en las sociedades cristianas protestantes. Es la compasion mal dirigida. A compadecerse del victimario y no de la victima cometiendo un terrible acto de injusticia.
Pobrecito el que mato asesino delinquio robo violo. Es dificil muy dificil ser justos lo facil es ser compasivo. HAY muchos sicoPaTaS  entre clerigos pero tambien entre medicos como que muchos de nosotros hemos encubierto y no castigado como se merece a colegas y otros trabajadores de salud  con semejantes comportamientos con pacientes. Ese seria un destape de batas blancas.Yo si creo que el que viola a un nino clerigo o no clerigo deberia pagar con la pena de muerte.

 
El 14 de enero de 2010 10:21, Victor Zamora <victor@victorzamora.com> escribió:

 

Una noticia de hace pocos días muestra un sano desfogue para un patológico actuar. El arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin, pidió públicamente disculpas a los niños que fueron violados sexualmente en su arquidiócesis, y a sus familias, y expresó su "pesar y vergüenza" por el encubrimiento de estos abusos perpetrados por curas católicos. El antecedente es un informe oficial sobre el tema encargado por el gobierno de Irlanda en 2006, una iniciativa que demuestra la independencia y la laicidad del Estado como condiciones para que se traten con transparencia las barbaridades que ocurren en todas las iglesias institucionales bajo el manto cómplice de la confesionalidad mayoritaria de un país. Eso en el mundo ya se está acabando, esa conquista de la modernidad, que debería haber sido de las primeras –como ocurrió en Francia con la revolución- recién se está planteando con firmeza en los países más civilizados del planeta, entre lo que no se cuentan precisamente los musulmanes y los católicos del tercer mundo para abajo, entre los cuales ocupamos un destacado lugar. Pero volviendo al tema, en una rueda de prensa, informe en mano (700 páginas llenas de historias que dan náuseas) el ministro irlandés de Justicia, Dermot Ahern, afirmó que el documento le había provocado "repugnancia y cólera… Ofrezco a todos y cada uno de los supervivientes mis disculpas, mi pesar y mi vergüenza por lo ocurrido". Pero también, consciente de que un asunto de esta gravedad no se resuelve con retórica verbal, Ahern añadió, con dureza y escepticismo: "(soy) consciente de que ninguna palabra de disculpa va a ser nunca suficiente. El hecho de que los autores de los abusos fueran curas constituye al mismo tiempo una ofensa a Dios y una afrenta al sacerdocio". El informe da cuenta no solamente de centenares de casos de abuso sexual a niños por parte de curas entre los años 1975 y 2004 sino de algo mucho más grave aún: el encubrimiento de los hechos y de los culpables por parte de las máximas autoridades eclesiásticas irlandesas, cuatro arzobispos en cargo consecutivo que se callaron en todos los idiomas, que protegieron a los curas delincuentes, que los enviaron a diócesis alejadas de la prensa (donde podían seguir violando niños con mayor impunidad), y todo –según el informe que habla como se debe hablar- "(para) mantener el secreto, evitar el escándalo, proteger la reputación de la Iglesia y conservar sus bienes. Todas las otras consideraciones, incluido el bienestar de los niños y la justicia para las víctimas, estuvieron subordinadas a estas prioridades". Más claro, el agua bendita. Pero continuemos con esta lección de ciudadanía y civilización. El mismo ministro de Justicia comenta en la conferencia de prensa un ángulo especialmente delicado, la complicidad del Estado con la iglesia. El informe precisa, "las autoridades del Estado facilitaron este encubrimiento al no cumplir con sus responsabilidades de asegurar que la ley se aplicara de la misma manera a todos y permitir que las instituciones de la Iglesia estuvieran fuera del alcance de los procesos normales de aplicación de la ley". Como ejemplo se cita uno de los affaire investigados por la comisión que se creara ad hoc, "un cura admitió haber abusado de más de 100 niños, mientras que otro aceptó que había abusado cada 15 días a lo largo de su ministerio, que duró 25 años". La iglesia dejó hacer y el Estado también. Pero dejaron de hacer bastante y desde harto tiempo atrás. En mayo de este año otra investigación conmocionó a la archí católica Irlanda. El juez Sean Ryan, quien había presidido un grupo dedicado a buscar los antecedentes de este tema que nadie sabe muy bien por qué azota con especial crudeza a este país, concluyó tras nueve años de investigaciones que "…miles de niños sufrieron abusos sexuales, físicos y emocionales, a veces 'endémicos', en ese país a partir de los años ´30". La iglesia católica, qué duda cabe, pasa por uno de sus momentos más difíciles, producto de una secularización de la vida indetenible ya pero sobre todo, víctima de su propia incapacidad para ponerse en el nivel de diálogo, empatía y comprensión que los católicos de hoy están buscando. Hay que reconocer, sin embargo, que dentro de la jerarquía eclesiástica las hay de cal y de arena y que la institución todavía pareciera estar lo suficientemente fuerte como para soportar la discrepancia sin acercarse demasiado al cisma. Aunque cabe preguntarse también si es que el tal cisma ya se ha dado sin que tenga que mediar una ruptura oficial con bandos y trincheras, una especie de terremoto silencioso. Es que basta con observar el comportamiento del cura Cipriani en relación al sacerdote Arens, un cultísimo estudioso de la Biblia, progresista, abierto e inteligente, celebrante de unas misas en María Reina que eran verdaderas clases de humanismo y refinamiento intelectual y afecto. Pero a Cipriani le dieron celos, le molestaba que hubiera un jerarca realmente carismático frente al cual, la cara de raspadilla sin jarabe de nuestro cardenal queda reducida a una caricatura del poder medieval. Lo de Irlanda es una prueba muy interesante a la tolerancia de la iglesia católica. Quienes han salido a dar la cara son los más altos representantes de la iglesia y del Estado, pero en cuerdas separadas, como debe ser, aún que sea para denunciar una complicidad que los unió por tanto tiempo. Y acá, los curas que se rasgan la sotana ante la opción del aborto terapéutico, ¿qué dirán de los cientos de niños a los que les mataron buena parte de sus vidas, para siempre?

1Fuente: www.quilmespresente.com

 
Víctor Zamora
"...siempre seguí la misma dirección, la difícil,
la que usa el salmón..."

www.victorzamora.blogspot.com


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